Hay aptitudes y creencias tan
arraigadas en nuestra sociedad que casi forman parte de nuestro ADN. Conceptos
que como una lluvia fina han calado hasta los huesos en nuestro imaginario
colectivo. De vez en cuando, en más ocasiones de las que parece, la ciencia nos
da un calambrazo y nos demuestra que, eso que llevamos repitiendo y porfiando
desde hace años, no es del todo
cierto, o por lo menos, nos proyecta la sombra de la duda razonable.
Esto ha sucedido con los famosos
Erizos Diadema (Diadema
Setosum). Este animal, recubierto de largas púas, no sólo no es una especie
invasora sino que la arraigada costumbre submarinista de escacharlos en cada
inmersión está, según los últimos estudios, contraindicada.
El Erizo Diadema
tiene un cuerpo ovalado de unos diez centímetros de diámetro. Su principal
característica son sus largas y afiladas espinas que pueden llegar a los 25
centímetros de longitud. De color negro o púrpura intenso lo podemos encontrar
principalmente en aguas someras y escolleras de muelles. De hábitos nocturnos,
siente predilección por el tapiz vegetal y de algas que se encuentran en las
costas de medio mundo, este gran apetito lanzó al espinoso animal a la lista de
los más buscados entre los defensores del medio marino.
Desde hace
aproximadamente dos década se observó un crecimiento incontrolado en la
población de este equinodermo con el consiguiente efecto en el medio. Miles de
erizos devoraban la cubierta vegetal de las costas de las islas dejando tras de
sí rocas desnudas, son los famosos blanquizales. Alarmados por la proliferación
de los erizos y sus efectos en las costas, se lanzan numerosas campañas de
erradicación, un ejercito de submarinistas se tiran al mar y, puñal en mano,
matan a todos los erizos que les permite sus reserva de aire. Esta maniobra
buen intencionada se ha convertido en una costumbre arraigada entre los
submarinistas. Es raro que en cada inmersión un submarinista no mate a uno o
dos erizos. Además de estar ayudando en su control, los deportistas acuáticos
pueden disfrutar de un frenesí alimentario que atrae a muchos peces.
Sin embargo,
investigadores de la Universidad de La Laguna ponen en duda la efectividad de
estas matanzas y advierten que pueden ser contraproducentes y provocar más
perjuicios que beneficios. Es el caso del profesor de Biología Pesquera José
Carlos Hernández,. “Muchos han pensado que el erizo diadema es una especie
introducida, invasora. No sólo no lo es sino que lleva más tiempo en Canarias
que el ser humano. Como mínimo está en estas islas desde hace 120.000 años. Es
una especie autóctona canaria”. Aunque es una especie que siempre ha estado
conviviendo con nosotros, de lo que no cabe duda es que su población se ha
disparado, llegando a los 12 individuos por metro cuadrado en las costas de
Abades.
Para el
investigador de biología marina el motivo de esta superpoblación está clara.”El
causante de esta gran población de erizos es la sobre pesca y el cambio
climático, la erradicación de
especies de peces que se alimentan de los erizos y el aumento de la temperatura
del agua han ayudado a la proliferación de las poblaciones del diadema”. Según el investigador, la sobrepesca de
especies como los Gallos, Viejas, Pejeperro o Sargos han favorecido que hoy
tengamos una superpoblación de erizos.
Para los
investigadores de la Universidad de la Laguna la solución pasa por las reservas
marinas, Para Hernández “las reservas marinas son como máquinas del tiempo,
podemos ver que pasa en esas zonas cuando la mano del hombre no interviene. En
las reservas hemos comprobado que las poblaciones de erizos se normalizan
gracias a que sus depredadores naturales los mantienen a raya. Es el caso de la
reserva marina de La Palma, donde el quipo de investigación, también compuesto
por los biólogos Sabrina Clemente y Carlos Sangil, ha observado como en tan solo cuatro años un blanquizal se
ha convertido en un algar productivo”.
Además de
recomendar la creación de nuevas reservas marinas y evitar la sobrepesca por
parte de pescadores recreativos o deportivos, los biólogos desaconsejan matar
indiscriminadamente los erizos. Según José Carlos Hernández “ el machaqueo de
erizos por parte de los submarinistas es inefectivo para su control y puede
llegar a ser perjudicial para el medio marino. Encontramos erizos hasta los 50
metros de profundidad, cuando se acaba con una población más cercana a la
superficie los ejemplares que viven más abajo la reponen rápidamente, por eso los submarinistas jamás
podrán acabar con las poblaciones de estos animales. Además cuando se matan
erizos se atrae a muchos peses que luego son presa fácil de los pescadores
furtivos, provocando de forma global un saldo negativo en esta acción, que sin
duda es bienintencionada pero que desaconsejamos”.
Así que la próxima
vez que se sumerja en nuestras costas y tenga frente a usted a un erizo
diadema, guarde su puñal, piense que no podemos ejercer de ecólogos marinos y
que, en realidad, los erizos no son los responsables de este problema, son sólo
un efecto de nuestra voracidad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario